Tú no puedes volver atrás, porque la vida ya te empuja como un aullido interminable.
Hija mía, es mejor vivir con la alegría de los hombres que llorar ante el muro ciego.

("Palabras para Julia". J.A. Goytisolo)

jueves, 14 de agosto de 2008

La manzana de Blancanieves. Comer, crecer, madurar...

En el principio fue una prohibición. La prohibición de comer y no otra. "De este árbol no comerás" (Gén. 2:17) Nos dijeron que el árbol era "de la ciencia del bien y del mal", que es como decir Conocimiento Supremo. El que comiera de él, moriría, según unas voces; según otras, sería como dios (Gén. 3:4-5). El árbol lo guardaba una serpiente, y Eva, la primera mujer, fue también la primera en comer... En otro sitio nos aclararon que se trataba de manzanas, que eran de oro, que el jardín era el de las Hespérides - en el límite Oeste del mundo, por donde muere el Sol - y que las guardaba Ladón, un dragón de cien cabezas. El que comiera de ellas, sería inmortal. Hércules, en su penúltimo trabajo, consiguió robarlas (con la ayuda de Atlante, dicen algunos) y, aunque no comió de ellas, sí consiguió bajar a los infiernos y regresar para que su memoria perdurara entre nosotros.
En uno y otro caso, comer o poseer la manzana dorada es el acto maravilloso que beneficia a los hombres, porque les da Conocimiento o Inmortalidad. Por tanto, la prohibición de comer de esa fruta custodiada por monstruos parece ser el intento de los dioses (?) de negar esos dones a los hombres. Los que comieron, marcaron el camino a seguir para madurar en la verdadera naturaleza humana (Eva), se desligaron de su filiación, rompieron el vínculo paterno para buscar su propio camino y autonomía, seguros de haber dejado atrás un Paraíso (¿el de la Inocencia?) y haber descubierto, no sin dolor, el mayor de los conocimientos: que el Bien y el Mal son las dos caras de un mismo rostro, el padre dueño del jardín es el mismo monstruo que lo vigila. No comer hubiera significado no crecer, no conocer. Sólo después de robar las manzanas de oro, Hércules estuvo capacitado para su último viaje, el tránsito de bajar al reino de los muertos, dominar a Cerbero y regresar al mundo de los vivos, renacer, para dar testimonio de su nuevo ser, purificado, inmortal.
La manzana omnipresente en estos relatos mitológico-didácticos, que en ellos es símbolo expreso de Sabiduría, Inmortalidad o Renacimiento, es la misma que también estuvo destinada "para la más bella" de las tres diosas (Hera, Atenea y Afrodita) y que fue arrojada por la mano insidiosa de la Discordia a los pies de Paris. Este cuento, que explica el origen poético (nada verídico...) de la guerra de Troya, otorga a la manzana un nuevo significado: atributo de la Belleza femenina entregada al hombre en la ceremonia de la boda (otra forma de tránsito, de conocimiento vital, de crecimiento, de maduración...).
Con todos esos valores, conservados milagrosamente a lo largo de los siglos, intacta en su simbología, la manzana dorada, la misma manzana envenenada del Paraíso, es ofrecida en época reciente al hambre de Blancanieves. Del jardín de las Espérides, a la cabaña de los enanitos en lo recóndito de un bosque centroeuropeo, gracias a la industriosa dedicación de los hermanos Grimm que la salvaron para la posteridad. La niña más bella del mundo, arrojada del hogar paterno por los celos de su madrastra, es la protagonista de una versión popular y tradicional de uno de los relatos más antiguos de la Humanidad. En el cuento de Blancanieves están presentes todos los tópicos mencionados: la belleza femenina (nieve, sangre, ébano), la ruptura del vínculo paterno (expulsión del hogar), el hambre saciada en la cabaña (símbolo de aprendizaje), el conocimiento del Mal (manzana envenenada), la bajada a los infiernos (muerte, que es tránsito), y finalmente renacimiento/maduración de un nuevo ser por efecto del conocimiento del Bien (el beso de amor - bella durmiente del bosque - ). Sólo después de este recorrido Blancanieves triunfará sobre su madrastra porque dejará de ser la niña más bella para convertirse en mujer (en la cultura tradicional 'preparada para el matrimonio=maternidad'), dispuesta a reinar con luz solar, porque su belleza y su blancura provienen no sólo de su apariencia, sino de su madurez.

En el principio fue una prohibición (divina, supuestamente). La prohibición de comer, que hay que transgredir a toda costa para crecer.

domingo, 10 de agosto de 2008

Padres en exceso.

Divago al volante del coche. En la radio suenan las mismas canciones ya una y mil veces escuchadas de los "cuarenta principales" (los principales son siempre los mismos...) y ellas ya se han quedado medio dormidas, como casi siempre. Da igual que sea en la ida, a primera hora de la mañana, o a la vuelta, a las 6 de la tarde. Acaban dormidas al poco de iniciar el viaje. Al principio pensaba que tal vez fuera por la medicación, pero he llegado a la conclusión de que es la propia enfermedad la que les produce ese cansancio que las derrota. Sus caras lo dicen: un agotamiento que ningún sueño acaba de remediar. No necesitan palabras. Agradecen el silencio, adornado con ese relleno de canciones que pretenden alegrar tantas horas de idas y venidas. La radio acompaña, pero yo divago, recuerdo, imagino, deseo... A veces me da por pensar no en ellas, sino en nosostros, los padres. ¿Qué hemos hecho para que estén pasando por esto? No digo qué hemos hecho mal o bien. No quiero entrar en valoraciones. Sólo digo qué hemos hecho. O qué deberíamos no haber hecho. ¿Qué tenemos en común todos los padres de estas hijas - estos hijos - ? Pienso que de la misma manera que hay un perfil de estos pacientes, se podría dar también un perfil de padres. O de familias. ¿Tal vez hayamos sido demasiado protectores?... Padres en exceso.

lunes, 4 de agosto de 2008

Mariposas... Ponen un poco de alegría en nuestras vidas




domingo, 3 de agosto de 2008

Los nuevos Narcisos

Hay espejos mucho más crueles y mentirosos que los de la madrastra de Blancanieves. Son espejos en los que nos miramos a todas las horas del día, los trescientos sesenta cinco días del año, a veces sin querer, otras veces conscientes de lo que hacemos. Lo peculiar de estos espejos es que no nos devuelven nuestra imagen exacta de carne y hueso, sino una más compleja, formada por remiendos que llevan etiquetas como "me odio esta parte", "esta me gustaría", que forman la imagen caleidoscópica de nuestras identidades. Estos espejos los tenemos por todas partes, mutados de apariencia como los malignos objetos mágicos que son, sustentados por las manos invisibles de brujas con nombres modernos, incitándonos a mirarnos en su magia negra. Son esas vallas plantadas en los solares y edificios de nuestras ciudades o diseminados por el paisaje a lo largo de las principales vías de comunicación; o esas pantallas gigantes en las que nos proyectamos como héroes y heroínas; o esas otras pequeñas de plasma (ya LCD...), en los salones de nuestras casas, en las que contrastamos la realidad con los deseos. Atrapados en ellos, esclavos sin voluntad, víctimas de su encantamiento, nos dejamos arrastrar por el amor o el odio a nosotros mismos en un sueño de pesadilla que, al final, nos conducirá irremediablemente a la perdición, como a nuevos Narcisos, alimentando el reflejo ilusorio, especular, de nuestro yo mientras dejamos consumir la materia de la que Dios quiso que estuviéramos hechos.